Las cartas estaban echadas. EI negociador se levantó lentamente de la mesa, como retrasando el momento del enfrentamiento. Revisó su lista de chequeo y todo estaba listo. Como siempre, sentía esa presión en la boca del estómago. Se había paseado por diversas alternativas y estaba seguro que había analizado todos los escenarios posibles, pero aún así, cuando llegaba el momento, el miedo Ie atacaba. Era miedo escénico o era miedo a sí mismo, no lo sabía. Lo habían acostumbrado a exigirse mucho y Ie afectaba profundamente saber que tal vez no era el mejor. EI estómago era el primero en enterarse de la llegada del miedo. No podía dejar que los otros lo supieran o lo utilizarían en su contra. Es como ocurre con los perros, nos ladran para asustamos y entonces nos atacan cuando huelen nuestro sudor impregnado del olor del miedo. Ellos son capaces de eso. EI miedo huele a agua de arroz con un dejo de trementina; o a baldosa de baño sucia, en realidad puede oler a cualquier cosa, porque depende de lo que coma el que lo siente. Ahora, el que azuza al perro no debe temerle a la mordedura. EI negociador sabia que él lo había empezado. Una vez más revisó mentalmente las tres grandes variables: tiempo, información y poder. En todas, su posición era desventajosa y debía moverse inteligentemente si quería tener éxito. Su contraparte en la negociación podía esperar el tiempo que quisiera, mientras que él no. A él le quedaba poco tiempo. De hecho este era su peor enemigo, porque el tiempo no espera a nadie. Tampoco tenía toda la información que necesitaba, Ie faltó tiempo para conseguirla. Su poder radicaba en el hecho de que su fama de negociador implacable había trascendido los límites geográficos de su país. Pero hasta esto actuaba en su contra, porque significaba que con seguridad su adversario se habría preparado exhaustivamente. En realidad, podía tener poder y ser fuerte, en la medida que su propia convicción y la cantidad de fe en sí mismo se lo proporcionaran. Respiró profundamente, tratando de que el aire Ie llegara directo al cerebro, eso Ie ayudaría a disminuir su angustia y a ver las cosas positivamente. EI que cree que no puede tiene tanta razón como el que cree que puede. Llegó al sitio previsto de noche, con varias horas de anticipación a la luz del alba, de manera de poder estudiar con calma el escenario de los futuros acontecimientos. Debía asegurarse que su posición fuese cómoda, que la luminosidad fuese la adecuada. Volvió a revisar, esta vez con más cuidado, su lista de chequeo. Repaso su estrategia cuidadosamente. No podía dejar ningún detalle al azar, porque a veces, en la gran ruleta de la vida, el destino no está de nuestro lado. Además, cuando dos destinos se cruzan, seguramente el más fuerte arrastra al otro. La espera, que habría de ser corta, había comenzado. Todo es más rápido cuando no se anhela. Ese tiempo Ie sirvió para recordar los más importantes momentos de su vida. También se dio cuenta que en realidad eran pocos o que tal vez no eran tan importantes como él lo había creído. Ahora ya las cartas estaban echadas. EI negociador se levantó lentamente de la mesa, como retrasando el momento del enfrentamiento. Revisó su lista de chequeo y todo estaba listo. Como siempre, sentía esa presión en la boca del estomago. Su contraparte había llegado a la hora exacta, al amanecer. Tenía el poder de la oscuridad sobre la luz; sabia todo sobre él, nada se Ie podía ocultar; su tiempo no tenia principio ni fin y había venido simplemente a llevárselo.
jueves, 3 de septiembre de 2009
El negociador del último día
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